¿Por qué el Mal? Una primera respuesta es fácil y demasiado tentadora como para rechazarla: ¿por qué no? La segunda, necesaria, se basa en la importancia de hallar algunas claves –cinematográficas, en este caso– para la comprensión más justa y la apreciación más sincera no tanto de lo “malo” sino de lo malo. Categoría objetiva, más que juicio de valor, lo malo atraviesa la historia del cine por caminos de tierra, muchas veces abandonados o sin salida. Desde nociones más o menos tradicionales como “arte termita” o “películas de medianoche”, los títulos de esta selección responden, en mayor o menor medida, a nichos de lo malo como el objeto de culto (The Rocky Horror Picture Show), lo fracasado (Golpe al corazón), lo fallido (Rock All Night), lo desbordado (From Beyond, Critters 2), lo generacional (Muchacho lobo), lo trucho (Frankenstein conquista el mundo, Infierno en el cosmos) o lo impuro (Greaser’s Palace). Todas coordenadas estéticas que no tienen –¡líbrennos!– nada que ver con el gusto por eso que suele llamarse equívocamente “bizarro”: en cada una de estas clasificaciones existe un amor sincero por el cine; existe la necesidad, existe la convicción de que el cine debe hacerse, agitarse y moverse como se pueda, en un sentido casi vitalista.
A su vez, el hilo visible que une a muchas de estas películas es la experimentación con –y el cruce de– los géneros que, a veces con absoluta seriedad y otras con espíritu lúdico, se dio en (los márgenes de) Hollywood desde fines de los años ’60. “De-generaciones 70/80” habría sido otro título posible para el ciclo. Pero esos movimientos, temblores y mutaciones no sucedieron en el vacío, y ahí están también Marihuana o Reefer Madness, resignificadas por los primeros cultistas, o el eje del mal Castle-Corman dejando intuir líneas genialógicas rastreables hasta en maravillas contemporáneas de toda contemporaneidad (Carretera perdida).
Por último, hay un pequeño grupo que se resiste a cualquier justificación ajena al placer que puede proporcionar(nos, les) su visión en pantalla grande: Criaturas celestiales, Aprile, Los amantes del Círculo Polar. Rabiosa, amorosamente autorales, representan algo así como la válvula de escape ante tanto terror(ismo) audiovisual.
Pero tres cuartos del nombre de este ciclo es “amigos de” y aquí, a riesgo de convertir esto en un discurso de aceptación del Oscar, debemos dejar constancia de nuestro agradecimiento eterno al gran Alberto Fuguet, co-responsable del mini-homenaje al Cineclub de Cali (que es ante todo una forma de recordar a Andrés Caicedo, ese mejor amigo que el tiempo nos impidió tener); a los críticos Juan Manuel Domínguez y Juan Pablo Martínez y a los músicos/cinéfilos/poetas Javier Sisti Ripoll, Antolín y Mora Sánchez Viamonte, que nos dieron diez manos enormes y entusiastas con las reseñas de las películas, y a los demás artistas de Laptra, musicalizadores de excepción para películas excepcionales. Y, por supuesto, a Fernando Martín Peña, sin cuya amistad y generosidad (y sin su cierto grado de locura para aceptar graciosamente cada uno de nuestros dislates) nada de todo esto tendría la menor importancia.
am/pm, 14.05.09
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ResponderEliminarEl objetivo principal es lograr la mayor cantidad de escuchas y aprehensiones de la música que es creada, que la gente pueda llegar sin ningún obstáculo a escucharla. Los discos están disponibles para descargar, modificar, remixar, grabar en un cd y regalar, todo lo que uno quiera hacer con ellos.
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