(Underworld U.S.A., EUA-1961) de Sam Fuller, c/ Cliff Robertson, Dolores Dorn, Beatrice Key, Robert Emhardt, Larry Gates. 99’.
El título de este relato de ascenso y caída gángsteril se lo debe Fuller a la película homónima (en castellano; en inglés se llama Underworld a secas) de Josef Von Sternberg de 1927, la primera del género que vio en su vida; muchos de sus elementos, a las convenciones del cine de gángsters, de Scarface a Alma negra, o a materiales tan disímiles entre sí como El conde de Montecristo, la tragedia griega y Batman. Lo demás, se lo debe (im)pura y exclusivamente a su capacidad para pintar del negro más feroz ese submundo del hampa que escala Tolly Devlin en la lenta venganza contra los asesinos de su padre; para contar su cuento amoral con la frontalidad de un traficante de drogas escolar que dice “la punta de una aguja no tiene conciencia” y la violencia de un tiro metido entre ceja y ceja.
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