
¿Por qué el Mal? Una primera respuesta es fácil y demasiado tentadora como para rechazarla: ¿por qué no? La segunda, necesaria, se basa en la importancia de hallar algunas claves –cinematográficas, en este caso– para la comprensión más justa y la apreciación más sincera no tanto de lo “malo” sino de lo malo. Categoría objetiva, más que juicio de valor, lo malo atraviesa la historia del cine por caminos de tierra, muchas veces abandonados o sin salida. Desde nociones más o menos tradicionales como “arte termita” o “películas de medianoche”, los títulos de esta selección responden, en mayor o menor medida, a nichos de lo malo como el objeto de culto (The Rocky Horror Picture Show), lo fracasado (Golpe al corazón), lo fallido (Rock All Night), lo desbordado (From Beyond, Critters 2), lo generacional (Muchacho lobo), lo trucho (Frankenstein conquista el mundo, Infierno en el cosmos) o lo impuro (Greaser’s Palace). Todas coordenadas estéticas que no tienen –¡líbrennos!– nada que ver con el gusto por eso que suele llamarse equívocamente “bizarro”: en cada una de estas clasificaciones existe un amor sincero por el cine; existe la necesidad, existe la convicción de que el cine debe hacerse, agitarse y moverse como se pueda, en un sentido casi vitalista.